domingo, 15 de junio de 2008

EL ARANDINO: O DE CÓMO UN BOCADILLO DE CALAMARES ANTES DE SALIR... PUEDE CONVERTIRSE EN ARTE CULINARIO.


Traemos hoy a Blogochenta por primera vez, no uno de los bares de copas que todos llevamos en nuestra memoria, sino uno de los que, desde siempre, nos ha ayudado a comenzar la noche con el estómago lleno, o en su defecto a servirnos como bálsamo a media noche. EL ARANDINO, ubicado en la entrada a la Flora por el final de la Calle Laín Calvo, ha sido testigo de multitud de cuadrillas ochenteras que, bien a primeras horas de la noche, o bien durante el transcurso de la misma, se disponían a dar cumplida cuenta de los bocadillos de calamares que en manos de la familia que lo regenta, quizá ayudados por los miles de colores de la freidora, o tal vez por el hambre y la ganas de continuar la juerga...; podían llegar a convertirse en arte entre pan y pan. ¡Y que nos acompañes con tu especial forma de entender el calamar muchos años más, ARANDINO!

11 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué hubiese sido de nosotros sin la gasolina de los bocatas de calamares del Arandino! Como pequeña anécdota, a uno de mis amigos en su cumpleaños le dio por ser tan espléndido como para invitarnos a todos a un bocata de calamares. Entre el gentío siempre presente del bar y un traspiés, vimos con consternación cómo los calamares querían retornar a su hábitat original remojándose en el suelo. Nunca he visto mayor caras de frustración... la suya ¡y las nuestras! Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hace siglos que no me zampo un bocata de calamares (sea en el Arandino o en cualquier otro). Gracias por recordármelo, me saltaré la dieta el próximo día que vaya a Burgos!

Pilar_Cordoba dijo...

¡Ummmmm! ¡Qué rico un bocata de calamares con su mahonesa! ¡Y qué bien entra a ciertas horas de la madrugada cuando el cansacio por la juerga y el alcohol van haciendo estragos en el cuerpo!
Que siga este bar ofreciendo este manjar muchos años más.
Un besote.

Anónimo dijo...

Bocatas contundentes....pero no hay que olvidar que luego alla donde entrases sabian que habas estado en el Arandino...por el olor a fritanga

Anónimo dijo...

Noventera: te invitaré con mucho gusto

Anónimo dijo...

ahhh pero entonces, si hay invitación significa ¿qué alguien conoce al que gestiona éste formidable tinglado?

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Donde esté un bocata de calamares que se quite toda la comida rápida de ahora.

Anónimo dijo...

No, no, que no nos conocemos nadie! El autor del blog es el mismo que el del Lazarillo de Tormes y el Cantar del Mío Cid, fíjate lo que te digo!

Exiliado dijo...

El Arandino, un buen ejemplo de practica de marketing o publicitaria. Nadie lo ha igualado. Y conste que no por los "anuncios" sino por ese anuncio invisible e inaudible del olorcillo. Era irresistible...

manzacosas dijo...

Pues sí, señor. Esta evocación es un acoerto. era uno de los bares señeros de la época a que te refieres. También estaba La solera, que era otra cosa, luego en la mima acera Los Espejos, hoy desaparecido y a ver si te acuerdos u os acordáis del Carcedillo, casi al lado, en La Flora. Sus pinchos de bonito con anchoas y aceitunas eran una delicia. Por cierto que tenía un lavabo antiguo de esos que ahora no se encuentran ni en las tiendas de antigüedades. Un saludo a todos. Manzacosas

Anónimo dijo...

El calamar es un animal que ha sido diseñado por la evolución para terminar inmolado entre dos losas de pan y deglutido ensopadito de cerveza.

Lo que cuenta Blogófago, a mí (y a mi gente) me lo ha llegado a echar en cara la camarera de un establecimiento que queda a escasos pasos de Los Gigantillos. El derecho de admisión y sus matices gaseosos...