lunes, 6 de abril de 2009

NO VUELVO A IR AL SUPER... POR ELVIRA RILOVA



Es hoy una de las grandes de Blogochentaburgos la que, continuando con la semana de la Discoteca Armstrong que tendrá su punto álgido en la fiesta del Sábado del Cibercafé Cabaret, nos narrá en primera persona (por ser habitual de sus instalaciones) sus mejores recuerdos de la discoteca y la triste añoranza que refleja en su genial último párrafo..


Elvira Rilova dijo: Armstrong no era una simple discoteca. Era la Discoteca de Burgos, con permiso de la competencia, que tenía, y mucha, por aquella época. Armstrong era el santuario a donde peregrinábamos devotamente los viernes, sábados y algunos domingos (si teníamos pases). Era el escenario donde consagramos grandes amistades, comulgamos con nuestros primeros pecados y nos entregamos con desenfreno a iniciáticos ritos de baile.

Era el templo perfecto. Dos sesiones, tarde y noche. 400 pesetas que incluían entrada y una copa, que solía ser un cua-cua, por aquello de que nos encantaban los combinados alquímicos y de nombres estrafalarios. La pista semivacía nos atraía con canciones de Tam Tam Go! y Hombres G. Pop español del bueno. Más tarde Madonna cantaba Like a Prayer y caíamos en el delirio embriagados por el aliento rosa con olor a chicle de sandía de un misterioso dragón que nos dejaba turulatos. Dance de los 90, Technotronic, Culture Beat, Double You, Everything but the girl. Josele, ¿me pones I Promise Myself de Nick Kamen? y él, redentor, desde su púlpito omnipotente intercedía (o no) concediéndote tus anhelos más secretos.

A las 9 de la noche la pista se convertía en el universo en torno al cual girábamos y girábamos todos los cuerpos celestes, buscando una estrella o un astro para poder alcanzar nuestro centro de gravedad, mientras de fondo sonaba Take my breath away.
Tras el trance que suponían los lentos las opciones eran varias: acudir emparejados a los reservados -sillones ocultos de miradas indiscretas para seguir intimando- o tomarse la última de la tarde en la barra roja. La magia acababa cuando las luces se encendían y las notas del trompetista Armstrong, el santo patrón de la discoteca, nos despedían hasta el próximo rito.

Claro que las sorpresas en Armstrong nunca cesaban. En abril colgaban farolillos sevillanos y pinchaban flamenco desafiando la inestable primavera burgalesa; en Carnaval, nos colocábamos nuestra mejor máscara para lucirla entre sus muros; en verano, cuando flojeaba la clientela se inventaban divertidos concursos de Miss y Mister Camiseta Mojada. En una ciudad en la que apenas ocurría nada, Armstrong cedía su escenario para conciertos, desfiles de modas, concurso de play-backs y la elección de los más guapos de la plaza, un certamen que levantaba pasiones. Y los institutos encontraban el lugar ideal para coronar sus fiestas y sacarse algún dinerillo para el famoso Viaje de fín de Curso.
Pero como cualquier catedral necesitaba una reforma (la discoteca databa de principios de los 80) y decidieron cerrarla por un par de meses, que se convirtieron en mucho tiempo, lo suficiente para que sus ingratos devotos nos olvidáramos de ella, hipnotizados por los cantos de sirena que nos llamaban desde los pubs de la Flora y las Llanas.

Cuando abrió sus puertas de nuevo, nada quedaba de la original, salvo el nombre, esta vez inspirado en otro Armstrong, el astronauta.
Pero el hombre del soul urdió su venganza por tamaña afrenta e hizo que el negocio fracasara estrepitosamente. Actualmente, se levanta en su solar un vulgar supermercado, al que confieso que no he tenido el valor de entrar nunca. El hecho de pensar que la fila de lácteos se ubica sobre la pista de baile sagrada y que los congelados descansan sobre la memoria de mis nostalgias añoradas se me antoja, simplemente, pura irreverencia. What a wonderfull world!


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Esas míticas fiestas de BUP en la sesión de 8, eran todo un ritual con el kinito previo, la fiesta en Amstrong y el post-fiesta en las llanas.

Yo sólo fui una vez después de la reforma, y la verdad que no tenía nada que ver con la primitiva discoteca. Parecía la típica discoteca de bacaladeros.

Muy bueno lo de pensar que en la sección de frutería fue donde aquella chica que te gustaba te dijo que no quería bailar contigo un lento, ja,ja.

vuelo605 dijo...

Excelente entrada, Elvira.
Yo era de los del sábado por la noche en los que al “ritual” se le añadía también las celebraciones de bodas con el Danubio Azul y los pasodobles como fondo musical. El "ritual" continuaba cuando ponían los lentos y ninguna quería bailar, con lo que nos íbamos a una de las dos barras a tomar un lima con vodka
Saludos

Anónimo dijo...

¿Encontró CUERNO a VIKINGA? ¿Qué pasó después? Todo eso y más hoy, aquí, en el tomate...

Anónimo dijo...

¿Porqué en los ochenta las chicas dábais tantas calabazas?

Que haya cambiado tanto la sociedad como para tener un ministerio de igualdad, ¿dará la vuelta a la tortilla?

Podéis estar tranquilas pues nosotros siempre os diremos que sí.

burgati dijo...

hola elvira muy bueno tu comentario sobre nuestra mas mitica discoteca,eso si ke era un fin de semana,el sabado quedabas con los amigos y te ibas a tomar unos tequilas a la"saiz", y luego para dentro que si se hacia tarde y despues todas las chicas ya estaban pilladas(jejejeje), si habia suerte y era tu cumple te dejaban entran gratis a ti y aun amigo tu tuyo,que simpre habia peleas por ver quien entraba contigo,aqulos si que qran buenos tiempos para la marcha en burgos, no como ahora que se la estan cargano a marchas forzadas, por cierto en eso que tu llamas un"vulgar" super ahora mismo trabaja mi mujer y he de decir que fue en armstrong donde nos conocimos mira tu por donde y ahora cada vez que entro alli miro hacia arriba buscando la bola de espejosy la cabina del dj, me trae muchos recuerdos ese lugar,fiestas,borracheras,besos,risas... pero en fin asi tendra que ser.Muchas gracias por este lugar me hace recordar buenos tiempos,un abrazo

Teresa dijo...

En qué mal concepto tenía yo esta discoteca (como todo, según te vaya)

También me gustaría saber qué paso con Cuerno y Vikinga, la cosa promete...